
Aquí va el formidable inicio de los relatos. Una delicia:
"Emprendí mi viaje a Rusia a mediados de invierno, porque supuse con razón que, a fin de cuentas, las heladas y nieves mejorarían los caminos de las regiones septentrionales de Alemania, Polonia, Curlandia y Livonia -los cuales, según la descripción de todos los viajeros, son más deplorables aún que los que conducen al templo de la virtud- sin gastos extraordinarios para los gloriosos y benefactores gobiernos de esos Estados. Viajaba a caballo, lo que, cuando jamelgo y jinete sno buenos, es la forma más cómoda de viajar. Así no se corre el peligro de tener un affaire d'honneur con algún cortés funcionario de correos alemán, ni de verse arrastrado de taberna en taberna por un postillón sediento. Iba vestido sólo ligeramente, lo que encontré bastante molesto a medida que avanzaba hacia el nordeste".
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