viernes, 11 de abril de 2008

Datos cruzados


En la prensa se han cruzado (sin encontrarse) en los últimos días dos datos curiosos. Se trata de las facturaciones anuales del sector del libro y del audiovisual (que engloba videojuegos, cine y música). En el mundo de la imagen y el sonido el volumen de negocio en el 2007 fue de más de 2.700 millones de euros, cifra de vértigo en la que las consolas y derivados ya tienen un peso de más del 50%. Es decir, los juegos virtuales ya mueven más pasta que el cine y la música juntos. Sospechamos que, además del auge de las consolas, detrás del número se esconde también una evidencia: el pirateo arrasa en el universo de las películas y la música, pero todavía no ha doblegado a los poderosos productores de videojuegos.
Al tiempo. Porque la tendencia (en todo) es clara. El público quiere obtener gratis (o muy barato) todo lo que pueda. Y si para ello tiene que renunciar a un poco de calidad, tampoco se traumatiza. Así han triunfado algunos colosos de la comunicación, la industria del mueble e incluso de la glamurosa moda. Y esto, como aquellos límites que estudiábamos en las pizarras de la infancia, tiende al infinito. El que no lo pueda ver (o no sepa, o no quiera), que se apee, porque esta es su parada y el bus sigue su marcha.
El otro guarismo publicado (según el Anuario de Literatura Infantil y Juvenil de SM) se refiere a la facturación del sector del libro, que en España movió el año pasado más de 3.000 millones de euros. Sí. 3.000, 300 más que el pujante conglomerado audiovisual. La letra impresa (aunque sea la “impresa” sobre una pantalla) todavía tiene algo que decir en nuestro zarandeado mundo, a pesar de lo que apuntan los profetas del apocalipsis. Lo que ocurre es que, como decía el otro, algunas empresas de ferrocarriles se fueron a la quiebra porque no supieron ver que su negocio no era estrictamente el de los trenes, con un margen limitado para crecer, sino el del transporte, que tiene un futuro ilimitado. Igual el libro no es exactamente el negocio del texto sobre papel, sino el infinito negocio de la palabra, que parece inagotable.

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