lunes, 31 de marzo de 2008

A Coruña se queda sin Pritzker


La concesión al arquitecto Jean Nouvel del premio Pritzker (considerado el equivalente al Nobel de esta disciplina) invita, como mínimo, a reflexionar sobre el resultado del concurso público que en su día descartó su propuesta para el palacio de congresos del puerto de A Coruña y eligió, en cambio, el diseño de Ricardo Bofill y César Portela, una solución que ha creado una barrera opaca y tosca que incomunica la ciudad con el puerto y sus aguas. El llamado Palexco ha sido uno de los grandes errores recientes del urbanismo en A Coruña, sobre todo cuando se disponía de alternativas originales, como la de Nouvel, que habrían dejado un sello singular en primera línea de mar, como en 1995 sucedió con la Domus de Arata Isozaki.

Como ya ocurrió al rechazar la propuesta de la iraquí Zaha Hadid para el museo y el parque arqueológico del castro de Elviña, A Coruña se queda de nuevo sin Pritzker.

Lo minúsculo

Nuestra mirada, aturdida por la sobredosis de imágenes e informaciones con las que nos apedrean a diario, se gira hacia lo minúsculo. Como no podemos abarcar todo aquello que el márketing y sus mercaderes nos quieren vender a toda costa (esa es la clave: a toda costa), decidimos posar la mirada en esas realidades fragmentaras que tal vez sí podamos apresar. Por ejemplo, como no podemos digerir ya novelones de mil páginas, abandonamos los tochos decimonónicos para paladear ficción de distancia corta, eso que ahora llamamos microrrelatos y que, en realidad, ya se cultivaba desde hace varias décadas como sana alternativa a los rígidos renglones de la narración convencional.
Estos cuentos de pequeñas dimensiones, como los haikus, tal vez formen parte de esos géneros mestizos destinados a salvarse de la devastación.

viernes, 28 de marzo de 2008

El séptimo cielo

El celuloide, no sé muy bien por qué, suele perder de dos en dos a sus dioses (basta consultar las hemerotecas para comprobarlo, es una curiosa verdad estadística). Debe de ser cosa del firmamento, que los quiere recuperar cuanto antes, y a pares, para su particular filmoteca, por la que deambulan desde hace unos días Rafael Azcona y Richard Widmark, otros dos titanes de la pantalla arrebatados por el séptimo cielo, que digo yo que será el cielo de los actores, los guionistas, los directores, los tramoyistas, las costureras, los iluminadores y demás pendejos del cine, esos que Fernán Gómez llamaba a gritos en un legendario largometraje los "jodíos peliculeros".
Azcona y Windmark eran dos peliculeros muy jodíos, de lo buenos que eran los cabrones.
Azcona escribió buena parte de lo mejor del cine español, como su impagable El verdugo, y ha trabajado hasta el último aliento en la versión de los estremecedores relatos de Los girasoles ciegos, uno de los grandes títulos de los últimos años en esta España de lodo narrativo.
A Widmark lo recordaremos por su contribución al cine negro, por hermosos western (que, como decía Miguel Torga, son una de las cosas más bonitas de esta vida), como Dos cabalgan juntos o El Álamo, y por encarnar al implacable fiscal de los juicios de Núremberg en Vencedores o vencidos.
Jodíos peliculeros.

martes, 25 de marzo de 2008

El regreso de Nathan Zuckerman

Dos sellos españoles compiten, desde hace un par de años, en la publicación de las obras del maestro Philip Roth. Seix-Barral se centra en la recuperación de los grandes clásicos del escritor de Newark (localidad de Nueva Jersey donde, por cierto, anida la colonia gallega de los suburbios neoyorquinos) y Mondadori se estira algo más para ofrecernos las traducciones de Roth, como hace ahora con Sale el espectro (Exit Ghost, en inglés).
En esta novela, que no alcanza el nivel de su reciente Elegía (Everyman en el original), recupera a uno de sus personajes talismán: Nathan Zuckerman, escritor de Nueva Jersey de origen judío obsesionado por la muerte y el sexo en el que no pocos ven un álter ego de Philip Roth. Zuckerman, operado de un cáncer de próstata y con serios problemas de incontinencia urinaria e impotencia, abandona su refugio en una cabaña en los Berkshires para regresar a Nueva York y cruzarse, entre otros personajes, con Amy Bellette, la que en tiempos había sido amante del escritor E. I. Lonoff. Con una visita a Lonoff (La visita al maestro, 1979) se abría precisamente la trilogía Zuckerman encadenado, páginas por las que pululaba la entonces deslumbrante Amy, hoy operada de un tumor cerebral y arruinada en los diferentes sentidos que puede adquirir esta palabra.
Aquí encontramos a Roth en estado puro, hablándonos de la devastación del tiempo, del sexo, de la muerte, de la identidad judía en el Nueva York del siglo XXI, del horror del 11-S (muy tangencialmente) y de los vanos intentos de la literatura por frenar la destrucción que genera el paso del tiempo y la enfermedad.
En una reciente entrevista, el escritor, cargado de pesimismo, llegaba a afirmar que en Estados Unidos ya no existen lectores en el sentido clásico del término y admitía el fracaso de la cultura literaria frente al avance implacable de las nuevas tecnologías. "Las pantallas nos han derrotado", sentenciaba Roth.
Para rematar, un enlace con la web de la Philip Roth Society, una página muy completa, promovida por profesores de varias universidades norteamericanas:

http://orgs.tamu-commerce.edu/rothsoc/

miércoles, 12 de marzo de 2008

Fuera de combate

Una pericarditis recidivante (en plata, una inflamación del pericardio que se repite) me deja fuera de combate por una temporada. Y van tres. Una tras la operación de corazón de octubre del 2005, otra en marzo del año pasado y esta última en plena resaca de las elecciones.
Así que, al menos durante unos días, los farrapos se quedarán sin actualizar. Reposo, me manda el cardiólogo, y a esperar a que los antiinflamatorios hagan su efecto. Me pertrecho de lectura (ahora le voy a hincar el diente a Sale el espectro del maestro Philip Roth) y de deuvedés (tengo en lista de espera Amarcord, de Fellini, y El proceso, del inmenso Orson Welles).
Lo dicho, Farrapos de Gaita se queda fuera de juego durante unos días. Pero volveré, porque, como la pericarditis, yo también soy recidivante.

lunes, 10 de marzo de 2008

Inicios de novela (3): "En busca del tiempo perdido"; y la generación Nocilla

Otro arranque memorable, por supuesto, es el de En busca del tiempo perdido, del maestro Marcel Proust, que en castellano podemos degustar en la prosa del poeta Pedro Salinas (edición en siete tomos de Alianza):

"Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: 'Ya me duermo'. Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V".

La obra de Proust, aunque sea en pequeñas dosis como este fragmento, nos sirve en un día como hoy para curarnos, o al menos aliviarnos, de la saturación de las elecciones, del espanto por la barbarie asesina de ETA y de los absurdos leídos este fin de semana en los suplementos culturales de la prensa madrileña sobre la llamada generación Nocilla. Hay que joderse. Tantos años de lecturas y escrituras para que, al final, cuatro gurús y un panoli decidan bautizarnos con el marchamo de la empalagosa crema de leche, cacao, avellanas y azúcar. La Nocilla habría que untársela en la jeta a esos cuatro críticos para que no nos den más la turra con tanta birria supuestamente moderna o posmoderna. La literatura fragmentaria existe desde hace ya muchos lustros y no hace falta que Vicente Verdú y otros vainas nos vengan ahora a dar lecciones de cómo hay que escribir novelas en el futuro.
Afortunadamente, la literatura también sobrevivirá a la generación Nocilla, como ya sobrevivió a la generación X y otros sambenitos publicitarios.

viernes, 7 de marzo de 2008

Inicios de novela (2): "El hombre sin atributos"

En cuanto a arranques de novela legendarios está el sorprendente inicio con el que Robert Musil pone en marcha la maquinaria de su inconclusa narración El hombre sin atributos. En el comienzo de lo que será un relato en cuatro tomos (en la edición española de Seix-Barral), Musil ironiza sobre los laberintos del lenguaje y sobre las diferentes formas en que podemos describir una realidad tan prosaica como un hermoso día de agosto del año 1913:


"Sobre el Atlántico avanzaba un mínimo barométrico en dirección este, frente a un máximo estacionado sobre Rusia; de momento no mostraba tendencia a esquivarlo desplazándose hacia el norte. Los isotermos y los isóteros cumplían su deber. La temperatura del aire estaba en relación con la temperatura media anual, tanto con la del mes más caluroso como con la del mes más frío y con la oscilación mensual aperiódica. La salida y la puesta del sol y de la luna, las fases de la luna, Venus, del anillo de Saturno y muchos otros fenómenos importantes se sucedían conforme a los pronósticos de los anuarios astronómicos. El vapor de agua alcanzaba su mayor tensión y la humedad atmosférica era escasa. En pocas palabras, que describen fielmente la realidad, aunque estén algo pasadas de moda: era un hermoso día de agosto del año 1913"

(traducción del alemán original de José M. Sáenz para la edición española de Seix-Barral de El hombre sin atributos, Barcelona, 1986).



Y es que incluso la aséptica meteorología puede tener, en manos de una mente como la de Musil, su poesía.

jueves, 6 de marzo de 2008

Firmin, de Sam Savage, ha sido uno de los grandes obsequios que la literatura nos brindó el pasado año. La historia del entrañable roedor que vive en el sótano de una librería de Boston es un sentido tributo a las letras de un tipo como Savage, él mismo un estrafalario ratón de biblioteca que solo ha publicado esta novela y que se empeña en vivir al margen del frívolo mundillo editorial. Una de las atractivas propuestas del libro es, precisamente, su arranque, en el que reflexiona sobre los grandes comienzos de la literatura universal:

"Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico, como , de Nabokov; y, si no me salía nada lírico, algo arrollador, como , de Tolstói. La gente recuerda estas palabras incluso cuando ya ha olvidado todo lo demás que hay en el libro. En lo tocante a frases de apertura, la mejor, a mi modo de ver, es el comienzo de El buen soldado, de Ford Madox Ford: . Docenas de veces lo habré leído, y sigue dejándome patidifuso. Ford Madox Ford era uno de los Grandes"
(traducción de Ramón Buenaventura para la edición española de Seix-Barral).

Habrá que admitir que el ratón Firmin, que es quien habla en esa apertura de la narración de Savage, tiene buen gusto. En sucesivas entregas recogeré algunos extraordinarios inicios de la literatura universal. Para hacer boca aquí va el de Moby Dick (traducción de Enrique Pezzoni para la edición de Debate del 2001):

"Pueden ustedes llamarme Ismael. Hace algunos años -no importa cuántos, exactamente-, con poco o ningún dinero en mi billetera y nada de particular que me interesara en tierra, pensé en darme al mar y ver la parte líquida del mundo".

Insuperable el giro "la parte líquida del mundo". Y es que, como diría Firmin, Herman Melville era uno de los Grandes. De los más Grandes.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Camilo José Cela Entrevista soler serrano 1976 5/5

Y cinco. La última entrega remata una faena gloriosa del periodista, que sorprendentemente deja hablar al entrevistado, y del literato, que se luce en las anécdotas. Para repasar con mimo y tomar notas.

Camilo José Cela Entrevista soler serrano 1976 4/5

Cuarta parte. Cela, espléndido.

Camilo José Cela Entrevista soler serrano 1976 3/5

Suma y sigue. Tercera toma. Inmenso el de Padrón

Camilo José Cela Entrevista soler serrano 1976 2/5

Segunda entrega de la entrevista de Joaquín Soler Serrano a Cela. Para enmarcar.

Entrevista con Camilo José Cela 1/5

Primera entrega de la entrevista que en 1976 le hizo Joaquín Soler Serrano en TVE al gran Camilo. Una delicia. Siguen otras cuatro tomas.

sábado, 1 de marzo de 2008

Un canon por si acaso

De chavales, cuando aún no se estilaba la Logse, algún profesor cascarrabias soltaba de vez en cuando en clase una colleja al azar. El alumno elegido por este curioso método aleatorio, todavía aturdido por el toque de atención, reivindicaba de inmediato su inocencia, alegato que el curtido maestro siempre atajaba con una contundente sentencia: «Por si acaso». Estos ataques preventivos sentaron cátedra, como prueba la política exterior de Bush. Ahora, Teddy Bautista y sus muchachos de la SGAE quieren que el aforismo se haga ley con el canon digital que, como los capones del profe, se reparte por si acaso. Usted se compra un móvil, un MP3, un cedé o una cámara y, aunque solo los use para hablar, escuchar sus discos, guardar las fotos de su cuñada esquiando en Manzaneda o para grabar el vídeo del niño zampándose la tarta de cumpleaños, tendrá que abonar sus buenos euros de canon, por si acaso le da por archivar en estos soportes copias de canciones o películas. El diezmo se carga varios principios sagrados del Derecho, como la presunción de inocencia, que nos viene, como mínimo, de los romanos (que tampoco eran precisamente unas monjitas de la Caridad, pero al menos tenían escrúpulos). El canon digital genera, eso sí, un novedoso concepto jurídico: la multa a priori. Como usted compra un objeto con el que podría llegar a delinquir, le imponen una sanción preventiva. Es como si al adquirir una navaja de Albacete en la cuchillería le enviasen tres añitos y un día a la mazmorra. Por si acaso le da luego por cargarse a su suegra con la faca albaceteña. Sólo por si acaso.