domingo, 13 de abril de 2008

Cuidado con los hombres grises


Al menos en lo que se refiere a la política vivimos tiempos de hombres grises, segundones sin chispa ni grandes ocurrencias que, por diversas circunstancias, se han alzado a puestos hasta hace poco reservados a gentes que, con independencia de lo acertado de sus ideas políticas, gastaban un cierto carisma. Un poco de estilo, vaya. Lo que los gabachos llaman grandeur.

En el Reino Unido, por ejemplo, tenemos a Gordon Brown en lugar de Tony Blair. En Estados Unidos a George W. Bush en lugar de Bill Clinton. En el ruedo ibérico, los blanditos Zapatero y Rajoy han sustituido a dos bestias políticas como González y Aznar. No digamos ya los portavoces, Soraya y Alonso, que son como una broma en la historia del parlamentarismo español, que ha visto pasar por sus escaños el ingenio y la mala leche, por poner sólo dos ejemplos, de un Alfonso Guerra o un Álvarez Cascos. En Cataluña la cosa es más heavy. Allí han pasado del dinosaurio Pujol al sosainas Montilla, el hombre gris y funcionarial por antonomasia. La definición con patas del gris.

En aquella deliciosa novela que Michael Ende tituló Momo la principal amenaza para el planeta eran precisamente los hombres grises. ¿Será el XXI el siglo gris?

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