jueves, 10 de abril de 2008

El lío de la antorcha


La antorcha olímpica (tradición que, por cierto, se remonta a los infames Juegos Olímpicos de Berlín 1936) sigue en su polémica ruta por el mundo, un itinerario en el que los dirigentes comunistas chinos se están encontrando con una inesperada contestación popular por su actuación en la región del Tíbet. Curioso.

Curioso, por ejemplo, que el del Tíbet sea el único problema reseñable en la dictadura más longeva y grande (1.200 millones de personas bajo su bota militar) del planeta. ¿Por qué ningún Gobierno occidental se planteó boicotear los Juegos por el absoluto desprecio del Estado chino a los derechos humanos de sus ciudadanos? ¿Será por las imprescindibles relaciones comerciales entre el gigante asiático y todos y cada uno de los países del mundo supuestamente civilizado?

¿Por qué hay polémica -cuando la hay, claro, otros callan y se limitan a cobrar- cuando a alguien se le ocurre viajar a Cuba y nadie dice nada de las frecuentes misiones comerciales a China?

¿Por qué ningún intelectual protesta cuando, durante sus viajes por Europa o Estados Unidos, a los dirigentes chinos se les tienden mullidas alfombras rojas a su paso? ¿Es que nadie se acuerda ya de los tres mil muertos que el Ejército chino se cobró en 1989 en la plaza de Tiananmen?

Por cierto, tiene gracia que sigamos hablando de boicot a Pekín 2008 cuando el régimen más despreciable de la historia de la humanidad (el nazi, claro) pudo celebrar a sus anchas los Juegos Olímpicos de 1936.

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