viernes, 28 de marzo de 2008

El séptimo cielo

El celuloide, no sé muy bien por qué, suele perder de dos en dos a sus dioses (basta consultar las hemerotecas para comprobarlo, es una curiosa verdad estadística). Debe de ser cosa del firmamento, que los quiere recuperar cuanto antes, y a pares, para su particular filmoteca, por la que deambulan desde hace unos días Rafael Azcona y Richard Widmark, otros dos titanes de la pantalla arrebatados por el séptimo cielo, que digo yo que será el cielo de los actores, los guionistas, los directores, los tramoyistas, las costureras, los iluminadores y demás pendejos del cine, esos que Fernán Gómez llamaba a gritos en un legendario largometraje los "jodíos peliculeros".
Azcona y Windmark eran dos peliculeros muy jodíos, de lo buenos que eran los cabrones.
Azcona escribió buena parte de lo mejor del cine español, como su impagable El verdugo, y ha trabajado hasta el último aliento en la versión de los estremecedores relatos de Los girasoles ciegos, uno de los grandes títulos de los últimos años en esta España de lodo narrativo.
A Widmark lo recordaremos por su contribución al cine negro, por hermosos western (que, como decía Miguel Torga, son una de las cosas más bonitas de esta vida), como Dos cabalgan juntos o El Álamo, y por encarnar al implacable fiscal de los juicios de Núremberg en Vencedores o vencidos.
Jodíos peliculeros.

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