sábado, 1 de marzo de 2008
Un canon por si acaso
De chavales, cuando aún no se estilaba la Logse, algún profesor cascarrabias soltaba de vez en cuando en clase una colleja al azar. El alumno elegido por este curioso método aleatorio, todavía aturdido por el toque de atención, reivindicaba de inmediato su inocencia, alegato que el curtido maestro siempre atajaba con una contundente sentencia: «Por si acaso». Estos ataques preventivos sentaron cátedra, como prueba la política exterior de Bush. Ahora, Teddy Bautista y sus muchachos de la SGAE quieren que el aforismo se haga ley con el canon digital que, como los capones del profe, se reparte por si acaso. Usted se compra un móvil, un MP3, un cedé o una cámara y, aunque solo los use para hablar, escuchar sus discos, guardar las fotos de su cuñada esquiando en Manzaneda o para grabar el vídeo del niño zampándose la tarta de cumpleaños, tendrá que abonar sus buenos euros de canon, por si acaso le da por archivar en estos soportes copias de canciones o películas. El diezmo se carga varios principios sagrados del Derecho, como la presunción de inocencia, que nos viene, como mínimo, de los romanos (que tampoco eran precisamente unas monjitas de la Caridad, pero al menos tenían escrúpulos). El canon digital genera, eso sí, un novedoso concepto jurídico: la multa a priori. Como usted compra un objeto con el que podría llegar a delinquir, le imponen una sanción preventiva. Es como si al adquirir una navaja de Albacete en la cuchillería le enviasen tres añitos y un día a la mazmorra. Por si acaso le da luego por cargarse a su suegra con la faca albaceteña. Sólo por si acaso.
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